sábado, 8 de septiembre de 2007

Erase una vez...

¿Por qué me gustan tanto los animales?

Se lo debo todo a mi familia, que desde que fui pequeñita ellos me rodearon de animales a los que aprendí a dar cariño y también a recibirlo.

¿Por qué me gustan tanto los gatos?

Bueno, también me gustan mucho los perros, y me apasionan los caballos, pero los gatos se adecúan bastante bien a mi forma de ser; Ya que yo soy tranquila, reflexiva, a mi modo independiente, muy cariñosa y muy curiosa, me he sentido muy identificada con estos hermosos felinos.

Todo comenzó cuando mi madre me regaló un gatito siamés. Yo cumplía 5 años. Me hicieron la típica tarta de cumpleaños, me pusieron la mesa llena de galletas y bocadillitos para mis compañeros, pero lo que a mí me volvió loca no fue ni la fiesta, ni el banquete... sino el gatito que pusieron en mis brazos.

Lo llamamos, Michú.



Aquí podéis verme, con Michú en brazos y mi primo abrazándome.

Michú fue para mí, mi compañero de juegos; el que me esperaba en la puerta de mi casa a la salida del cole; el que dormía a los pies de mi cama; el que se dejaba hacer de todo por lo buenazo que era. En definitiva, era mi sombra. Crecí con él y aprendí mucho de su paciencia, de sus miradas largas y profundas, de todo lo que quería decirme y yo podía comprenderlo sólo mirándolo a los ojos. De sus gestos, de sus maullidos, de sus costumbres...



Michú era un animalito silencioso, que se dejaba coger por todo el mundo sin sacar las uñas. Como a Perla, también le gustaban los rayos del sol, su piel era suavita y sedosa. Aquí podéis ver a mi madre sosteniéndolo en brazos. (Gracias, mami, por el corazón tan grande que tienes).

¿Qué más os puedo decir de Michú?. Que el nombre se lo puso mi abuela por un cantante famoso, Machín. Y que era un santo, porque de vez en cuando se me ocurría vestirlo para sacarle fotos. Aquí tenéis algunas, de papá Noel. (No me crucifiquéis mucho, porque era una pequeñaja todavía y aunque ahora me parece un poco indigno de cara al animalito, entonces no le veía el lado extravagante al asunto. )







Otros fotos más "dignas" son estás:





No sé si se ve bien en la última foto, pero Michú tenía el rabo cortito. Desde que mi madre lo trajo, lo tenía así. Quizás nació con esta mutación, o tuvo algún accidente, pero él hacía vida normal sin problemas por ello.

Lo que le traía más por la calle de la amargura, era nuestra perrita "Yenny". También vino más o menos en la misma época a casa, y era una perrita de aguas preciosa. Eso sí, algo nerviosa, muy muy tragona, y vivaracha. Michú y ella se llevaban bien, pero como buen gato que era Michú, "pasaba" de ella la mayoría del tiempo. O sea, la "toleraba".

Aquí tenéis las fotos de ellos dos juntos:



Al dato, la cara de mi gato!!. Si es que una mirado lo dice todo....



Michú tenía una manchita blanca en el cuello, como podéis ver, y tenía una estrellita blanca también, un poco más abajo, en la barriguita. Era más robusto corporalmente que Perla, más oscuro de pelaje y menos largo que ella de proporciones.

Michú nos dejó cuando él tenía unos 10 años aproximadamente, por una complicación en el tracto urinario. No podía hacer pipí. Lo llevamos al veterinario y lo "vaciaron" con jeringuilla varias veces, pero no consiguieron que funcionara su cuerpo con normalidad por él mismo. Desgraciadamente, mis padres tuvieron que dormirlo.

Estuvimos durante un tiempo sin gatitos, sólo con Yenny en casa, pero como dicen, "la cabra tira pal monte" y llegó el día en el que "Wendy" llenó otro cachito de nuestro corazón.

Pero esa es otra historia...

Va de música.. y de supervivencia



Hace unos cuantos años, cuando ya teníamos a Linda, Perla, Criss y Thais en casa, nos surgió una nueva inquilina gatuna.

Mi familia había montado por aquel entonces, una tienda de música y ordenadores, la cual llevaba mi madre magistralmente. En muy poco tiempo, ella se hizo una experta en música de alta fidelidad, marcas prestigiosas y en el montaje de ordenadores. Yo estaba estudiando mi carrera, y debido a que la cursaba a distancia, tenía libertad para estudiar tanto en mi casa como en la tienda cuando no había clientes. Así que acompañaba a mi madre frecuentemente por las mañanas a la tienda, a ayudarla en lo que hiciera falta, o simplemente para hacerle compañía.

Como a las personas a las que nos gustan los animales parece que las circunstancias nos rodean para que se nos crucen en nuestro camino, nos dimos cuenta de que habían unos cuantos gatitos en frente de la tienda, que se escondían de las personas entre los jardincitos que separaban las dos direcciones de la calle.

Mi madre, a la que no le hizo falta mucho tiempo para ver que estaban abandonados y hambrientos, vino una mañana a la tienda con una latita de comida de nuestros gatos. Se acercó al jardincito de en frente, y les puso un poquito de comida y agua en unos cuenquitos de plástico.

Pasó el tiempo y esos gatitos fueron creciendo y conociéndonos, sobre todo a mi madre. Un par de gatitas, cogieron la suficiente confianza como para sentarse delante de la puerta de nuestra tienda y mirarnos por el cristal, cuando nosotros estábamos dentro. Al intentar salir, ellas salían corriendo y se volvían a esconder... pero sabían que las queríamos y las cuidábamos.

En el perido en el que tuvimos abierta la tienda y cuidamos de esos gatitos, pasamos muchos malos ratos. Vimos, desafortunadamente, muchos atropellos de animalitos del vecindario y también sufrimos las consecuencias que suelen padecer los amantes de los animales cuando se encuentran con otras personas que no los quieren para nada.

Gente con malos sentimientos, les ponían matarratas en los comederos y amenazaban con matarlos a palos si los venían rondando por el barrio. También les tiraban los cazitos de agua para que los animales no tuvieran donde beber, y les hicieron la vida imposible - y a nosotros con ellos -, todo lo que pudieron.

Gracias a Dios, una señora del barrio y nuestro vecino, nos ayudaban lo que podían. Cuando no podíamos venir a echarles de comer porque era fin de semana, entonces se encargaban ellos de mirar que siempre tuvieran agua y comida.

Con el paso de los días, mi madre y esas dos gatitas fueron forjando un lazo de amor muy fuerte. Cuando mi madre tenía que irse, las gatitas la acompañaban caminando hasta el fin de su territorio -los jardines-. Se quedaban maullando lastimosamente viendo cómo se marchaba y amasando el suelo con las patitas, diciéndole a su manera que la querían mucho por cuidarlas y darles tanto cariño.

Todos suponemos que ambas gatitas eran hermanas de una camada, porque eran muy parecidas, a cual más guapa. A una de ellas la llamamos Pelusa y a otra Nala.

Un día, estando mi madre, una amiga del barrio y yo en la tienda, charlando, escuchamos un frenazo muy fuerte y un golpe sordo. Nuestra amiga, que estaba muy cerca de la puerta, lo había visto todo, y descompuesta de la impresión, gritó:

"¡¡La han matado, Dios mío, la han matado!!".

No os podéis imaginar el escalofrío que nos recorrió a todas por el cuerpo.

Salimos las tres de la tienda a la carrera y vimos como un hombre salía del coche, disculpándose y diciendo que "no la había visto".

Cuando dimos la vuelta al coche... había un gato tirado en el suelo a medio metro, cerca de la acera. Era una pesadilla. Todas sabíamos que ese gato era en realidad una gata muy querida, familiar, cercana, que hacía sólo 5 minutos estaba viva y viviendo tranquilamente en los jardines.
Era Nala.

Ese día, fue un día muy difícil. Nos fuimos a casa con el corazón en un puño y las lágrimas corriendo por nuestras mejillas. Los días siguientes fueron también muy duros.

Un tiempo más adelante, mi madre consiguió coger a Pelusa y llevarla para esterilizar. No queríamos ver más gatitos atropellados, ni sufrir por ver morir a sus hijos en accidentes o bajo algún veneno de personas malintencionadas, ya que seguíamos asediadas por el vecindario, que tantos mitos y desconocimientos tienen por estos animales a los que consideran casi demoníacos (sobre todo, si eran negros).

Después de operada, Pelusa, que había sido muy delicada para comer siempre, y "muy poquita cosa", tenía muy pocas probabilidades de sobrevivir sola, y en la calle. La veterinaria nos dijo que incluso la operación era mucho para ella y que necesitaría antibióticos para evitar una infeción, además de cuidados imposibles de dar en la calle.

Mi madre, viéndose en ese aprieto y sintiendo por ella todo el amor que le había cogido en esos dos años, decidió que ya iba siendo hora de que Pelusa saliera de la miseria y conociera lo que era una casa. El hecho de que íbamos a cerrar la tienda en unos meses también reforzó su elección.

Así que Pelusa se convirtió en otra peludita y cuadrúpeda compañera gatuna.

Gracias a Dios, esta gata es el agradecimiento personificado. Es la gata más tímida de la casa, la que menos ruido hace, la que menos llama la atención maullando y pasa desapercibida por todos los gatos. Perla la cuidó inmediatamente y se hizo su amiga inseparable. Siempre han dormido juntas y se han acicalado mutuamente en muchas ocasiones.

Pelusa por fin ha encontrado un hogar, en la casa de la persona que más la ha querido, mi madre. En su recuerdo tendremos siempre a Nala, su preciosa y juguetona hermana.

Aquí os pongo unas fotos de Pelusa, para que veáis qué guapa es. Callejera total, y tiene unos ojos y un pelaje que quitan el hipo!.
















Rescada de la Triple A




Thais, es una gatita completamente blanca, de ojos dorados, que tuvo mucha suerte hace unos 7 años.

Un día, mi cuñada y yo nos dirigimos a un mercado en Estepona, con intención de mirar unas cuantas prendas de ropa a buen precio y algún que otro anillito de plata que se me había antojado a mí. Después de pasar toda la mañana para arriba y para abajo, toqueteando jerseys, pantalones y mirándolo todo, vimos casi al término del mercadillo, una jaulita o cajita con gatitos dentro, casi recién nacidos.

Si no recuerdo mal, eran unos 3 o 4 gatitios. Eran todos rayaditos, blancos y negros o atigrados, y entre ellos estaba una minúscula "ratita blanca de laboratorio". Y con lo de ratita, me refiero a Thais. Así os podéis hacer a la idea de lo pequeñita que era.

A penas le había nacido el pelo, y sus patitas, deditos y orejitas eran inmaculadas, rosadas. Sus ojitos eran los únicos que tenían algo de color. Mi cuñanda y yo preguntamos a las chicas que sujetaban la caja, de dónde eran estos gatitos. Ellas nos informaron de que venían de una asociación de animales, posiblemente la Triple A, si no recuerdo mal. Una de las gatas callejeras había tenido una camada y no podían quedarse los gatitos.

Mi cuñada y yo nos miramos. A ambas se nos había ocurrido la misma idea, pero el miedo nos atenazaba. En mi casa ya teníamos a Perla, Linda y Criss!!. ¿Cómo íbamos a traer otro gatito más a casa?. Por otro lado, mi abuela siempre estaba diciendo que ella quería un gatito "para ella". Que Linda y Criss se había encariñado con mis padres y que Perla se había fijado en mí. Así que ella estaba sola... sin gatito.

Tal vez, fue esa la excusa, o que mi cuñada y yo nos mentimos a nosotras mismas diciéndonos: "pobrecita, nos la llevamos, la lavamos el fin de semana y la desparasitamos. Total, si nos riñen, la devolvemos el lunes, pero por lo menos ya va limpita y bien comida. Si no nos la llevamos, seguramente la dormirán!".

La cuestión es que nos tragamos esa "bola" sabiendo que gato que entra en nuestra casa, no sale nunca baja ninguna circunstancia. Cogimos a Thais y fuimos todo el camino de vuelta a mi casa, ideando una forma de explicar lo que había pasado y cómo exponérselo a mis padres para que no se liara una buena.

Peeeeeeeeeeeero.... no nos salió bien.

Una vez delante de la puerta, llamamos a la casa y nos mordimos los labios. Unos pasos sonaron detras. Se abrió la puerta y salió la cabeza rubia de mi madre. Entonces, nos miró... y miró lo que llevábamos en las manos. Thais parecía más una ratita blanca que una cría de gato. Mi madre abrió mucho los ojos y ... no pudimos poner el pie dentro de la casa porque alguién nos cerró la puerta de un portazo. O fue mi madre, o fue mi hermano, el que nos compró a Linda y a Perla hacía 7 años.

La situación fue, que finalmente, tuve que pasar el fin de semana con mi cuñada y mi otro hermano en su casa (para eso está la familia!!!, para darte una casa cuando intentas meter un gato de estranqui sin permiso de los padres!!). Lavamos a Thais y la desparasitamos lo mejor que pudimos. Mientras pasé esos días allí, tanto mi cuñada como mi hermano intentaron que el resto de la familia razonara y aceptara a Thais. Mi abuela estaba nerviosita, deseando de coger a la gatita!!.

La decisión era difícil, pues ya nos juntaríamos con 4 gatos en casa y mi madre tenía ya bastante carga. Pues aunque a mí me gustaban mucho todos mis gatitos, era una estudiante de instituto y no me encargaba de las labores de limpieza. Como mucho, los cepillaba. Así que ahora que tengo mi propia casa y tengo que hacer todas esas labores, la entiendo perfectamente. Pero por entonces, yo sólo quería que Thais viviera con nosotros a toda costa, y que mi abuela pudiera hacer su deseo de tener una gatita realidad.

El lunes entré por la puerta de mi casa... y Thais estaba en mis manos.

No sé cómo fue tomando todo forma, pero Thais pareció entender por qué estaba allí y mi abuela se convirtió en su ama y protectora. Desde entonces, tampoco ellas dos se han separado. Thais duerme en una cestita, a los pies de la cama de mi abuela. Come una cucharadita de yogurt, que mi abuela le da por las noches y es una enviciada de las patatas fritas. Cuando mi abuela se come unas cuantas, siempre le tiene que dar una a trocitos a Thais, porque la vuelven loca.

Ciertamente, Thais, con quien mejor hace migas es con mi abuela. Es una gatita difícil, temerosa de los extraños y poco dada a permitir que la acaricien. A la de edad de 8 meses, Thais sufrió una infección en su sistema reproductor y tuvimos que castrarla y vaciarla de emergencia. Pensamos que no asimiló que la lleváramos al veterinario a la fuerza y que se despertó de la anestesia asustada y dolorida, porque como ya digo, es una gatita con un carácter especial.

¿Cómo se lleva con los demás gatos?.

Pues bien, Perla se convirtió automáticamente en su madre adoptiva y la cuidó y la lavó hasta que Thais la superó en peso y la derriba en sus juegos. Entonces Perla supuso que debía pasar al término de "amiga" y se distació forzosamente de ella para evitar acabar siempre aplastada por la masa de kilos de su hijastra (Thais seguramente pesa un par de kilos más que Perla. Es una gata de tamaño grande, aunque de cabecita pequeña).

Linda vio la oportunidad de subir "un escalón social", y se convirtió en la segunda gata dominante de la casa. Así, tenemos que: Perla zurraba a Linda y a Criss. Criss zurraba a Linda en sus escarceos y pasaba de Thais, pero era zurrado por Perla. Linda zurraba a Thais, pero era zurrada por Perla y perseguida a menudo por su enamorado y perseverante Criss. Luego, Thais, era zurrada por Linda, ignorada por Criss y aleccionada pacientemente por Perla.

Thais tiene ahora mismo unos 7 años, y esta misma mañana he estado rascándole la cabecita, vigilando a la vez que no se me revolviera y me diera un zarpazo por acariciarle la barriga. Eso es algo que no le gusta nada, desde que la operaron.

Aquí os cuelgo unas fotos de ella, para que veáis cómo es de adulta. Qué pena que no tengo fotos de cuando era más pequeñita.

P.D: De vez en cuando, yo la sigo llamando "Ratita".








Gatitos de la familia

En este apartado voy a colgar algunas fotos de los gatitos que tiene, actualemente, uno de mis hermanos y su mujer.

Principalmente, destacar a Boris, un gato persa color crema. Era un tragón de pequeñito y por eso está tan grande ahora. Es un gato precioso, muy cariñoso y dócil.

Boris tuvo un romance con nuestra gatita Linda, y tuvieron una hermosa camada de gatitos atigrados. Alba, la gatita azul-grisácea que veis en las fotos, es una de las gatitas hija de ambos. Mi hermano y mi cuñada le ofrecieron su casa encantados, y ahora el papá y su hija viven juntos.

Unas fotos de ambos en la edada adulta:







Alba es una gatita más pequeña de tamaño que Linda y que Boris. Tiene la feminidad de su madre y también su timidez. Recién llegada a la edad adulta, fue esterilizada y no ha tenidio nunca gatitos. Boris también está castrado y fue padre únicamente de esa camada.



Mis dibujos

Aquí os voy a poner unos dibujos que hice yo misma hace un tiempo.


Así quedó coloreado:



Mis amigos y familia, tienen algunas copias de estos dibujos míos, colgados en las habitaciones de sus niños, o en los interiores de los armarios.

Guarado pocos originales porque cuando mis amigos me los pedían... no sabía decir que no.


El mejor amigo del hombre. Ummmmm..., ¿no era el gato?. :-)))


Desde siempre, los caballos han sido mi pasión, al igual que los gatos. Y como es natural, de peque me emocionaba dibujar unicornios (ahora enseño a mis sobrinas a dibujarlos).

Dragones blancos, plateados... la fantasía medieval está llena de animales mitológicos.


Volar, ¿quién no ha querido tener alas alguna vez?

Volvemos de nuevo con la familia de los felinos.
Los linces han sido siempre uno de mis preferidos.

...

Con la edad, dejé de dibujar animales como mi único objetivo, y fui más lejos.
¡Me atreví dibujando humanos!.


(No sé si quizás debería haberme quedado encandilada sólo con las postales de animalitos)


Este lo llegué a colorear.
Le puse el vestido de azul intenso y el pelo rubio con mechas.
...Pero no tengo ni idea de dónde acabó.

Y este que véis debajo es, hasta la fecha, uno de mis mejores dibujos.


Evidentemente, es una elfa.

(Nuestra gatita ragdoll, que entrará en pocas semanas, tendrá un nombre élfico: Arwen)

Y bueno... eso es todo.
¡Espero que os haya gustado el mini reportaje!

Rescate de una camada

Hace poco, una gata callejera que vive en un agujero cerca de un garage subterráneo, tuvo una camada de gatitos.

Estábamos asustados de que algún coche pudiera atropellarlos, así que decidimos rescatarlos y buscarles un hogar.

Normalmente, esto es más fácil de decir que de hacer, pero en este caso no fue así. Tres de los cuatro gatitos pudieron ser cogidos, y pasaron un par de semanas en nuestra casa, mientras inundábamos de carteles las calles de Marbella ofreciéndolos en adopción.

Tuvimos la suerte -mejor dicho, ellos tuvieron la suerte- de que una pareja de jóvenes muy simpáticos se quedó con dos de ellos, y otro señor con el tercero.

Ahora viven tranquilamente, cuidados, mimados, y lejos de los peligros de la vida callejera.


Aquí hay algunas fotos de ellos












También saben hacer el "trenecito".



Vamos, que se lo pasaron en grande con nosotros. Perla se quedó sin cesta durante una temporada. Los pequeñajos se adueñaron de ella.



Y como los recogimos en invierno, les compramos una mantita eléctrica y durmieron las siestas en la piel de borreguito: calentita, calentita.

Y para hablar también un poco de nuestra amada Perla, decir que es una madraza con todas las de la ley. Chiquitín que ve, chiquitín que adopta como si fuera suyo.

Aquí una prueba


.........


Más felices todos, que unas castañuelas.





¡¡ Miauuuuuuuuuuuu !!