jueves, 15 de noviembre de 2007

Casi 4 meses y está hecha toda una reina


Cada vez estamos más enamorados de estos ojitos


Y de esa mirada inquieta y curiosa, que revela sus vivos pensamientos


Es una gatita muy compañera, que siempre está dispuesta a jugar


Se está convirtiendo en una gatita preciosa, cada día más


Se distrae con el vuelo de una mosca, incluso mirando nuestros peces en el acuario


Es una gatita muy feliz, que te dice con su mirada que te quiere y que agradece tus atenciones


Tiene unos mofletitos blanquitos y tiernos.
Y esa naricita oscura, que le resalta como si estuviera entre la nieve.


Es un encanto revoltoso, buena y jugetona; tierna y vivaracha. Dulce e inteligente.


Nos tiene enamoraditos. Con sus casi 4 meses y está hecha toda una reina


Dentro de poco será tan grande como Perla.


Su pelito es suave como la seda. Me pasaría el día entero acariciándola


Upsss! Mami Perla... ¿no te estarás poniendo celosa?.
¡Pero si tu eres la niña de nuestros ojos! ... ya lo sabes.


Lo que pasa es que Arwen es muy pequeñita, y está descubriendo el mundo


Sip, ¡¡y también los libros!!


Aunque para ella sólo son un trampolín donde seguir jugando


Menos mal que te tenemos a ti para que le enseñes con tu paciencia.
Arwen no podría tener mejor madre que tu y por eso te estamos muy agradecidos.


Sí, Perlita. Sin ti no sería lo mismo.
Eres nuestra gatita especial y jamás habrá otra como tu.


Y ahora a lavarse y a dormir.

Otro día, más. ;-))


viernes, 9 de noviembre de 2007

Perla y las gambas


Bueno, esta vez la historia la cuenta Tharem. Os la voy a colgar yo, y ya me diréis qué os parece. Desde luego, Perla es una gata muy especial.

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Dicen que los gatos pueden vocalizar más de cien sonidos diferentes. Debe ser verdad, porque a día de hoy, y tras quince años, nuestra querida siamesa, Perla, sigue generando, a veces, maullidos a los que no estamos acostumbrados. Y por supuesto, cada día nos sorprende con algo nuevo.

Hace unos días, tuvimos que darle a Arwen un tratamiento a base de jarabe durante siete días. El jarabe olía fatal, y ella lo rechazaba, pero se nos ocurrió la idea de sobornarla con una gamba en cada toma, cosa que funcionó a las mil maravillas. Pero claro, si a la pequeñaja le gustan las gambas, a Perla le apasionan, las adora, le vuelven loca...

Al final, a cada toma de jarabe, teníamos que dar una gamba a trocitos para cada una. Como había que hacer dos tomas diarias, me veía obligado, cada noche, a hervir unas cuantas gambas durante un par de minutos, ponerlas a enfriar en la encimera (donde no se suben), y luego meterlas en la nevera para tenerlas listas al día siguiente.

Una noche, estábamos en el estudio Dalthea y yo, en nuestros ordenadores y en nuestras cosas cuando, de repente, aparece Perla en la habitación, con sus andares característicos. Se dirigió a la alfombra y soltó un maullido como no habíamos oído anteriormente (inusual por su volumen, pero sobre todo por su entonación)

Me alarmé inmediatamente porque maullidos parecidos a ese sólo los suelta cuando algo le ha sentado mal y se dispone a vomitar. Para confirmar mi sospecha, Perla se acercó a la alfombra, inclinó la cabeza y soltó algo de su boca.

Mi mujer y yo nos precipitamos hacia ella para limpiar lo que hubiera echado, e intentar que dejara de vomitar sobre la alfombra. Fue en ese momento cuando vimos que lo que había en el suelo no era un vómito, sino dos gambas enteras.

Yo me había olvidado del cuenco en el que había dejado enfriando 5 gambas, y Perla había subido a la encimera, pero en lugar de comerse su botín allí y luego desaparecer por la casa, había tenido la fuerza de voluntad como para coger dos de ellas en la boca, traérnoslas hasta el estudio y pedirnos permiso para comérselas.

Corrí a la cocina, pensando que no quedaría nada en el cuenco, pero no: las tres gambas restantes seguían allí. Perla había respetado TODA la comida. Sólo había traído un poco para pedir permiso.

Estuve a punto de regañarla por haber subido a la encimera, pero reaccioné a tiempo. Por un lado, no lo hubiera entendido, ya que en ese momento, ella estaba en el estudio, y por otro lado... ¡¡que leches!! se merecía un premio en lugar de un castigo. Le dejamos comerse su gamba, aparte de la que le correspondía por el jarabe de Arwen, y le dimos todos los mimos que pudimos para recompensarla.

Nosotros, por nuestra parte, seguimos todavía con la boca abierta. Esta es una de esas cosas en las que te preguntas si tu gata no será, en realidad, medio humana.

martes, 6 de noviembre de 2007

¡¡ Castañas al poder !!


Bueno, pues a petición popular contaré la historia de las castañas, que es sobre todo entrañable y muy típica de nuestro lord, Cristian.

Todo esto ocurrió más o menos hace unos años, finalizando el mes de Octubre.

Tharem y yo fuimos el día de la fiesta de San Pedro, creo que caía en 19 de Octubre, a coger castañas a Juanar, un lugar idóneo para coger castañas a pocos kilómetros de Marbella.

Era un día lluvioso y todo el mundo estaba disfrutando de la feria, menos nosotros, que no somos de bullicios, y preferimos ir a meternos entre los árboles y recoger las preciadas primeras castañas de los árboles.

Quiso el día que con el agüilla que estaba cayendo, tuvieramos una mañana redonda. Los chuzos de las castañas caían a nuestro paso por el peso de la lluvia y porque estaban ya maduros. Tharem y yo sólo teníamos que agacharnos para abrir los chuzos recién caídos y guardar las castañas brillantitas y de piel fina y lisa en las bolsas de plástico que habíamos traído para ese fin.

Lo gracioso era que como llovía, sólo dos locos como nosotros estabamos en ese bosque, y no parábamos de coger castañas aquí y castañas allí. Mientras cogíamos un puñado, ya llamaba uno u otro diciendo: "¡¡Mira, allí han caído más, corre!!. Y así que pasamos nuestras buenas dos horas de un lado a otro, con la humedad de los árboles calándonos los huesos, pero más alegres que unas castañuelas por la aventura bajo la lluvia.

No sé cómo nos las apañamos entre los paraguas y las bolsas repletas de castañas que colgaban de nuestros brazos, pero la verdad es que si no cogimos 3 bolsas llenitas de ellas, no cogimos ninguna.

Ya a medio día, y después de disfrutar de unos buenísimos bocadillos dentro del coche y con la calefacción a toda pastilla para quitarnos la humedad de los pantalones y las zapatillas, nos dirigimos a casa de mi madre para enseñarles a todos lo fructífera que había sido esa mañana. Nos lo habíamos pasado estupendamente y además traíamos las castañitas que asaríamos el día 1 de Noviembre. Estábamos encantados.

Una vez llegamos, los dos medio mojados, con las sonrisas de oreja a oreja, medio eufóricos y sin parar de hablar, le contamos a mis padres la aventura. Mi madre miró las bolsas llenas de castañas y se sorprendió como esperábamos. Nos dijo entonces que teníamos que ponerlas a secar al sol, porque estaban húmedas de haber caído la lluvia y que debíamos buscarles un lugar para que les diera el aire y se secaran poco a poco. El único lugar que se nos ocurrió para tanta castaña, fue la terraza.

En la terraza de mi madre, la mesa de la terraza es de madera - la hizo mi padre, una mesa grande y fuerte -, y ella siempre la tiene cubierta porque sabe que los gatos se pasean. Perla tomaba el sol en ella todos los días, como si fuera su camita particular. Y Cris también disfrutaba de las alturas. Así que las castañas acabaron repartidas cuidadosamente encima de la mesa, para que les diera el sol y no se pudrieran mientras llegaba el día festivo.

Pero claro, algo con lo que no contaban mis padres era con las travesuras de Cris. A pesar de que ya la había líado una vez con los huevos, haciendo golf en la cocina con ellos, no se les ocurrió pensar que esto significaría un nuevo reto para nuestro Cristian.

En un momento dado del día, después de disfrutar de una buena y calentita comida en el salón interior de la casa, vimos cómo Cris se pegaba unas carreras enormes por los pasillos. Eso no nos huiera extrañado, ya que a él le encantaba correr la maratón, si no hubiera sido por el ruido de "clack", que hacía algo pequeñito al chocar contra los muebles y las paredes.

Mi madre fue hacia él y entre sus patas había una castaña. Le pareció muy graciosos, porque era una monada que el animalito hubiera cogido una castaña para jugar y pasar el rato. Era inocente, tierno...

La cosa cambió cuando mi madre fue a llevar esa castaña a la terraza, después de explicarle amablemente a Cris que las castañas no eran para él y que tenía pelotitas para eso. El gato, claro, no se enteró de nada y la siguió porque le había quitado su juguete.

Entonces fue cuando mi madre clamó al cielo y fuimos todos corriendo a la terraza.

A ver... cómo lo explico...

¿¿Podéis imaginaros el contenido de tres bolsas llenitas de castañas, que estaban anteriormente bien extendidas en la mesa, por todo el suelo de la terraza??.

Bien, pues imaginadlo mejor porque seguro que os dejáis algunas 100 castañas sin añadir en vuestra imaginación; El suelo estaba tan lleno de castañas que no podíamos pisarlo sin machacar alguna con los zapatos. Tuvo que venir mi madre con la escoba para poder hacer sitio y que pudiéramos pasar.

¡Había castañas hasta en la jardinera!

Cristian se había entretenido tirando una tras otra las castañas y viendo el jaleo que estaba montado y cómo rodaban por el suelo, yo creo que se revolcó en la mesa eufórico y todas las castañas que estaban apretaditas unas contra otras salieron volando como una cascada entre las sillas y caminito al suelo, la jardinera, y debajo de las macetas.

Fue un Show, y todos estuvimos recogiendo castañas hasta que nos hartamos. Como siempre, nuestro lord, nos miraba al estilo "Garfield", sin moverse del sitio y agitando la cola de felicidad.

¿Pero qué estaban haciendo los humanos?. Seguramente entreteniéndose, igual que él antes. Menos mal que estaba él para enseñarles cómo había que pasar el rato, porque normalmente los humanos no hacían cosas divertidas.

Nuestro Cris... irrepetible. (Arwen, ¡tienes mucho que aprender!).

viernes, 2 de noviembre de 2007

El día de la Castañada

Bueno, nuestra Arwen ya tiene sus vacunas de cachorrita puestas. La semana pasada terminamos su tratamiento de flagyl y la veterinaria le puso sus vacunas de trivalente y leucemia. Se portó estupendamente en el coche y no dijo ni "miau" cuando la vacunaron. Ya se está acostumbrando al coche y le encanta ir en el transportín.

Ayer pasamos el día del "Tostón" o la "castañada" en casa de mis padres y nos llevamos a Arwen. Mis sobrinas están loquitas con ella. Una de ellas no deja de cogerla en brazos y la gatita parece mantequilla en sus brazos. Se derrite con todos sus mimos y cariñitos. A mi madre le hace mucha gracia ver cómo se llevan tan bien.

También, como era un día especial, le dimos un poco de latita y probó el jamón serrano. ¡Le encantó!. Qué buena boca tiene. Le gusta todo: El atún, el jamón york, el jamón serrano... ¡hasta el queso!. Si es que cuando se nos cae un trocito de algo al suelo, ya está ella oliéndolo y probándolo. Perla pasa de todas estas comidas, y sólo las gambas la traicionan. Ja,ja,ja,ja.

En fin. Que ayer fue un día fantástico y cuando volvimos a casa, Arwen se fue derechita a su bebedero y luego a buscar a Perla. Al ratito estaban las dos acurrucadas en su cestita. Esa en la que se lo pasaban tan bien los gatitos pequeñitos que recogimos de la calle y le buscamos casa.

Tenemos un par de anécdotas con respecto a las "castañas", que nos acordamos ayer mi madre y yo sobre Cris. A ver si busco un ratito y la cuento.

(Por cierto, el carácter de Arwen se está pareciendo al de Cristian. ¡Cualquiera diría que hubiera sido su hija!. Tiene gestos, sonidos, y miradas muy parecidas a las de él. Pero Arwen se deja coger más, acariciar y es menos independiente que él. A donde vas tu, ella te sigue).

Otro día, cuento la anécdota de Cris sobre las castañas y un gesto precioso que tuvo Perla el otro día, cuando se quedó a solas con unas cuantas gambas cocidas. Fue increíble. Aunque Perla es una gatita excepcional, me sigue sorprendiendo y cada día estoy más orgullosa de vivir con ella).