sábado, 8 de septiembre de 2007

Los 5 mosqueteros !!

Ese, no era un día normal. Mi madre había accedido a traerme un gatito a casa, después de la muerte de Michú. Fuimos en coche hasta la casa de la señora. Ella le había comentado a mi madre, que su gata persa había sido "pillada" por un siamés que rondaba por allí. Que había tenído una camada, y que estaba más que dispuesta a darnos un gatito.

Cuando llegamos allí, bajamos del coche y subimos las escaleras de la casa. ¡A mí me latía el corazón a todo cebolla!. ¡Iba a tener un gatito!!

Mi cuñada venía con nosotros -¡¡no sabía que ella también iba a caer!!-.

Cuando entramos en la habitación, estaba la gatita en una cestita. La mama gata era negra, y los gatitos había salido mitad-mitad: Unos cuantos negros y otros con aspecto siamés. Eran una monada...

Después de ver todos los gatitos, yo elegí una gatita "siamesa". La cogí en brazos y me sentí la reina del mundo. Mientras sucedía todo esto, mi cuñada se estaba enamorando de otro de los gatitos: Un gatito negro. Era suavito, con una carita preciosa y cuando lo cogías en brazos se dejaba languidecez como una muñeca de trapo. Era un encanto.

Aquí podéis ver una foto de mi madre con los dos gatitos en brazos.


Nosotros llamamos a nuestra gatita "Wendy" y mi cuñada llamó a su gatito "Petric", como el pájaro-dinosaurio de la película "En busca del valle encantado".

A todo esto, a mi otra cuñada, empezó a removérsele el estomaguillo y nos enteramos de que en otro lugar, una gatita persa roja había tenido también gatitos con un macho callejero. Y ahí que fuimos todos a ver la camada y a traernos al afortunado. El se llamó "Aramis", como uno de los tres mosqueteros.

Aquí lo tenéis

Ya tenemos aquí al trío "la la la". Como la familia nos reuníamos a menudo, los gatitos estaban casi siempre juntos y se pasaban el día jugando. Paralelamente a esto, mi madre cuidaba unos gatitos de la calle, con ayuda de una amiga extrangera. ¿Cómo no?, también había gatitos a los que buscarles casa. Mi madre se trajo un pequeñajo de color romano, al que llamamos "Ranito" y la señora extrangera se trajo uno blanco y naranjita, al que llamó "Pitipat".

En esta foto de arriba podéis ver a Aramis, el gatimo más grande; A Wendy, la siamesita, y a el "Ranito", que era un pequeñin que todavía tomaba el biberón. Comía tanto que se le puso la barriguita enorme y tenía gases. Debido a que parecía una ranita, le pusimos ese nombre tan simpático.
Mirad:

Y este de abajo es "pitipat"

Estas fotos las hizo la mujer extrangera con su cámara, y no sé por qué, la mayoría no salieron bien, pero más o menos se pueden ver los gatitos, ¿no?

Aquí tenéis en la foto de arriba a Aramis, y abajo a la señora extrangera con los 4 gatitos alrededor de ella: Aramis, Petric, Wendy y Pitipat.

Ummmm... ¿dónde andaría Ranito mientras tanto?.
¿Tomando un poquito más de leche del bibi?

Síiiiiiii, ¡¡aquí está!!.
Y la prueba de que estaba zampando es... ¡¡su boquita y sus bigotitos llenos de leche!!.
¡¡Te hemos pillado, Ranito!!

Como decía, en un "tris" nos juntamos con una buena tanda de gatitos. A ranito le buscamos una buena casita con una amiga de la familia y Pitipat se lo llevo su ama a Alemania. En nuestra casa, casi siempre estaban juntos: Petric, Aramis y Wendy.

Aquí los podéis ver recién traídos de sus mamás.

Y con unos mesesitos:

Se nota el cambio, ¿no?

Lo que ocurrió después no me resulta nada agradable de contar, pero creo que ya sabéis algo porque he ido hablando en distintos relatos de Wendy y la desgracia que sufrimos.

Un día, como otro cualquiera, los gatitos estaban jugando en la terraza. Toda la baranda estaba protegida por una malla de plástico verde, pero a veces los animalitos no tienen fronteras.

Wendy y Aramis estaban jugando, cerca de la jardinera. En un momento ya se habían metido dentro y estaban escarbando la tierra y pegando brincos. Entonces salió alguien a la terraza haciendo ruido con las pisadas. Wendy y Aramis se asustaron y recularon hacia atrás. A pesar de la protección de la baranda, no pudimos evitar ver cómo ambos caían ... desde un quinto piso.

Aramis y Wendy quedaron "rebentados" por dentro. En el veterinario les pusieron de todo y antihemorrágicos. A Aramis lo conseguimos salvar dándole yogurt a la fuerza, aunque no quería comer. Un día empezó a recuperarse y todo fue mejor para él. Wendy no tuvo tanta suerte y a los tres días murió.

Esta triste historia es la que desencadenó todo una serie de actos por parte de mis hermanos. Como ya conté en sus respectivas historias, víendonos todos tan tristes, mis hermanos fueron cada uno por su lado a comprarnos un gatito. Mi hermano mayor trajo a Linda y a Perla. Y mi hermano menor (en realidad es el mediano, pero lo digo así), nos trajo a Criss.

Nunca un gato sutituye a otro, y por eso jamás he puesto un nombre repetido a otro de mis gatitos. No me gustan las comparaciones y creo que cada uno tiene su personalidad y merece que se le recuerde como tal. Por eso, cuando vino Perla, se la llamó de otro modo y no Wendy. Mi Wendy permanecerá en el recuerdo de todos, con sus ojitos muy abiertos, esas orejitas tan erguidas, y su cuerpo finito y delicado.

La campanita que cuelga de su cuello, la guardé durante muchos años, como si ella siempre estuviera conmigo. Pero como soy muy sensible, me di cuenta que me hacía más daño que bien al mirarla, y un día me deshize de ella. Fue una decisión muy difícil.

Con el paso del tiempo, Petric y Aramis se hicieron dos señores gatos preciosos.
Mis hermanos seguían trayéndolos a casa e hicieron buenas migas con Perla, Criss y Linda.

Aquí los podéis ver a los 5, relajados en una mantita frente a la chimenea.
Por entonces, Perla, Criss y Linda eran bastante pequeñitos.

Y aquí está mi cuñada, la dueña de Aramis, con los gatitos ya más adultos.

Y este de abajo es Petric, de adulto, en el césped de su urbanización.


A veces no me creo la cantidad de gatos que han pasado por nuestras manos... pero aquí está la muestra!

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